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domingo, 6 de abril de 2008

L'agent de liaison



L'Illustration, 30 mars 1918

domingo, 13 de enero de 2008

El caso Herduin y Millaud

Después de la caída de Fort Vaux, en las posiciones francesas del terreno a la derecha de l'Ouvrage de Thiaumont estaba la división 52ª comandada por el general Boyer. Durante la noche del 7 de junio de 1916 los compañías de vanguardia de la 52ª tuvieron que soportar un bombardeo alemán terrorífico. Cuando las oleadas de tropas alemanes se lanzaron al ataque la mañana siguiente, un batallón del regimiento 291º se rindió en toda su totalidad después de que el oficial al mando cayese muerto. Su unidad vecina, el 347º regimiento, había soportado un bombardeo aún peor que el 291º - unas veinte horas ininterrumpidas - e incluso tuvo que soportar fuego amigo de sus 155s. El 347º quedó reducido a seis oficiales y a poco más de 350 hombres antes de afrontar el ataque alemán que se avecinaba. A pesar de ello, aún conservaba su posición, a pesar de que el relevo no llegaba.
Ese mismo día, pero más tarde el subteniente Herduin, viendo como su diezmada compañía - apenas 35 hombres - iba a ser rodeada, dió la orden de retirada, contraviniendo las explícitas órdenes de Nivelle sobre ceder terreno. El 347º había quedado reducido a una quinta parte de sus hombres
La orden de Herduin supuso una caótica reacción en cadena y otros elementos del regimiento 347º dejaron y rompieron la línea totalmente. Incluso algunos hombres del 347º no dejaron de correr hasta que llegaron a los arrabales de Verdun. La falta de las dos unidades, el 291º y el 347º, crearon - momentáneamente - un hueco muy peligroso en el centro de las líneas francesas.
Nivelle no titubeó. El general Boyer ordenó fusilar - sin consejo de guerra - a Herduin y a su joven auxiliar Millaud por cobardía. La sentencia de muerte fue llevada a cabo por los propios oficiales de sus unidades el 11 de junio de 1916 en Fleury, era domingo de Pentecostes.
El informe oficial de la muerte de Herduin y Millaud dice que le fue concedido al subteniente Herduin la gracia de mandar su propio pelotón de ejecución. Sus últimas palabras - según se cuenta - fueron: "Soldados ! Ustedes están a punto de dispararme, pero no soy ningún cobarde, tampoco mi camarada. Pero abandonamos nuestro puesto, deberíamos haber permanecido hasta el final, hasta la muerte. Si ustedes mismos se encuentran en la misma situación, no se retiren ... permanezcan hasta el final ... Y ahora, apunten al corazón y fuego !!".
Según Alistair Horne, alguna parte de la historia no suena muy creíble. Según otras fuentes, Herduin decidió comandar el mismo el pelotón de ejecución para evitar a sus compañeros la deshonra de haberla de llevar a cabo.
La historia de los dos subtenientes no apareció a la luz pública hasta después de la guerra, pero cuando lo hizo generó una gran polémica. La justicia, en esta ocasión, fue cuestionable. Herduin y Millaud se habían destacado en coraje en sus respectivas unidades, y otros elementos jugaron un papel importante en la rotura del 347º. Pero como colofón, días después de las ejecuciones, Joffre ordenó que los regimientos 347º y 291º fueron eliminados inmediatamente de l'Armée y que se devolviesen sus enseñas a los depósitos militares.
Ese fue el draconiano trato que dispensó Francia a los irresolutos en una de las peores crisis que sufrió l'Armée en Verdun.
Herduin y Millaud fueron rehabilitados en 1924. Su caso fue una muestra más de la absurdidad que supuso Verdun.

martes, 25 de diciembre de 2007

Paul Dubrulle (Verdún, 1916)

Los sufrimientos y padecimientos soportados por los soldados en Verdún durante los largos y prolongados bombardeos eran enormes y terribles. El testimonio de Paul Dubrulle, jesuita de treinta y cuatro años y sargento de infantería en Verdún es estremecedor:

"Cuando uno oía el silbido en la distancia, todo el cuerpo se contraía para resistir las potentes vibraciones de las explosiones. Y cada repetición era un nuevo ataque, una nueva fatiga, un nuevo sufrimiento. Bajo este régimen, los nervios más sólidos no pueden resistir mucho; el momento llega cuando toda la sangre sube a la cabeza, la fiebre hace arder todo el cuerpo y los nervios, exhaustos, son incapaces de reaccionar. Es como un mareo… uno se abandona y no tiene ni la fuerza para cubrirse de los francotiradores tras un parapeto, ni tampoco para elevar una plegaria a Dios… Morir de un disparo no significa nada, las partes de uno mismo permanecen intactas. Pero ser desmembrado, despedazado, reducido a una masa informe de carne, ese es un temor que la carne no puede soportar, convirtiéndose en la mayor preocupación de los bombardeos."

Dubrulle sobrevivió a Verdún, pero murió el año siguiente en Chemin des Dames.